(Apesar de um certo sectarismo, como achar que a Espanha só deixou de herança ignorância, este artigo permite refletir sobre esta questão de uma denominação que muitas vezes usamos sem entendê-la mais profundamente. Evandro)
Lelio Merli *
25.07.05 - ARGENTINA
Adital - En estos días ha surgido una diferencia de criterios entre Brasil y el resto de las repúblicas de habla española acerca de la denominación de esta región. Brasil promueve el nombre de Suramérica con la intención de reducir el tamaño geográfico de su propia influencia, mientras que el resto de las naciones hermanas continúan fieles a la denominación Latinoamérica.
Es que Brasil, reduciendo el territorio de su liderazgo, lograría su hegemonía en el Sur de América. Porque una cosa es liderazgo y otra muy distinta, hegemonía.
Con sus 175 millones de habitantes, Brasil tiene la mitad de una Suramérica de 346 millones y su hegemonía aquí sería evidente, mientras que dentro de la región total latinoamericana su importancia, aunque muy grande, no sería igual.
Pero el insistir en este esquema, sólo pragmático, lo llevaría directamente a un suicidio político.
La demostración de esta tesis sólo se podrá hacer después de analizar este antecedente:
¿HISPANOAMÉRICA O LATINOAMÉRICA?
La denominación global de las naciones y regiones de América que no pertenecen a las de habla inglesa va desde el término Hispanoamérica hasta el de Latinoamérica, pasando a través de otros como serían Iberoamérica e Indoamérica, hasta los más geográficos: Sudamérica y Suramérica.
Analizaremos entonces, previamente, la antinomia Hispanoamérica - Latinoamérica:
Víctor Raúl Haya De la Torre ya en 1940 se rebela ante la denominación Hispanoamérica dada a nuestras repúblicas hermanas por considerarla académica y no realista pues no representa a la mayoría indígena americana, más aún considerando a sus descendientes mestizos. Por eso prefiere el de Indoamérica. Pero esta denominación, a pesar de ser más amplia, no incluye a Brasil, Haití y Guayanas, con su población afroamaricana, ni a la inmigración que bajó de los barcos desde 1880, principalmente desde Europa.
Porque por suerte para nosotros, los argentinos, algunos estadistas de fines del siglo XlX bajo el lema "Gobernar es Poblar", abrieron las puertas a la inmigración al ver que los hijos de aquel linaje hispánico sólo servían para acomodarse en puestos públicos, aborrecían ser empresarios y consideraban que trabajar en serio era denigrante -- característica aún tradicional de la clase patricia en algunas capitales de provincia argentinas. Sucedió entonces que las cartas se barajaron de nuevo y otro juego comenzó. Así pues, llegaron en tropel inmigrantes de todas las razas y todos los países. Entre ellos, también desembarcaron los nuevos nobles españoles, los verdaderos, aquellos que sumaron su sudor al de los demás y cuyos hijos pudieron ser "doctores", cosa que en la España de aquellos tiempos era imposible. Pero a estos españoles laboriosos, los hispanistas no los tienen en cuenta. Para ellos sólo fueron inmigrantes.
Otro término que entra en esta discusión es Iberoamérica, que cubriría mejor al Brasil, de habla portuguesa, pero que no abarca a los pueblos originarios, ni a su propia población afroamericana.
Así las cosas, compite con todas las clasificaciones anteriores el concepto de Suramérica, considerando que Sudamérica es un galicismo, inaceptable para los hispanistas que no desean reconocer la influencia de la Revolución Francesa en nuestros países (TODAS REPÚBLICAS, ni un solo reino) ni en nuestra cultura y legislación.
Suramérica pareciera ser mejor, sino fuera que excluye a Centroamérica, sus islas (Cuba, Haití - Santo Domingo), México y el Canadá franco parlante.
En vista de todo ello, se impone el término Latinoamérica como el más adecuado para identificar a las repúblicas de América que no pertenecemos a la civilización del dólar. Ha nacido de la necesidad de diferenciar a los países que hablamos oficialmente idiomas latinos, de los que hablan inglés. Es la más amplia y también la más precisa.
Porque, no se trata de negar la importancia cultural de España y su preciosa lengua en la formación de nuestra identidad. Se trata de no convertir esa herencia en un monopolio excluyente que, en algunas de nuestras repúblicas, es aprovechado por oligarquías no sólo políticas, sino también culturales y educativas. Oligarquías generalmente corruptas y entreguistas, que medran con la ignorancia de sus pueblos.
Por eso, la expresión Latinoamérica, que en la práctica se ha aceptado, es combatida por quienes, interesadamente, tratan de retornar a la engañosa Hispanoamérica.
Es un debate que encierra en sí mismo las enormes diferencias dentro de la orientación política, económica y social que deben tomar las repúblicas hermanas frente al nuevo mundo globalizado.
Si hiciéramos un plebiscito en algunos de estos países en los que se habla castellano como lengua oficial, pero que tienen una población de origen indígena cinco veces mayor que la europea, el NO al Hispanismo ganaría cinco a uno. Son pueblos que tienen conciencia que la miseria a la que se los condena es culpa de esa clase dirigente de "rancia" estirpe.
Nunca se hizo un plebiscito de ese tipo, pero recordemos a Perú cuando Vargas Llosa perdió la elección frente a Fuyimori. El pueblo no votó por el escritor por ignorar su prestigio sino por lo que él representaba. Votaron por un ingeniero de origen japonés sólo por soñar con un cambio y como buenos latinoamericanos, salieron de Guatemala y cayeron en Guatepeor.
Los Hispanistas insisten en que "el concepto Latinoamérica fue creado en Europa y utilizado desde entonces en EEUU ... como una de las formas de colonización mental". Sin embargo, el Ejercito Sandinista, el 20/3/1929 en un proyecto presentado en la Conferencia de Representantes de los veintiún Estados de América Continental e Insular, establece una sola nacionalidad denominada Nacionalidad Latinoamericana. Como vemos, nada más lejano a "la política de EEUU y su forma de colonización mental".
Es que los defensores del término Hispanoamérica son elitistas, clasistas, excluyentes, segregacionistas, y por ende, racistas, pero eso sí, muy académicos.
Nadie mejor que Simón Bolivar los definió cuando dijo:
Uncido el Pueblo Americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tales perniciosos maestros, las lecciones que hemos recibido y los ejemplos que hemos estudiado, son los más destructores.
Porque ellos, los hispanistas, fueron nuestros maestros hasta que los pueblos latinoamericanos se rebelaron contra su concepción, excluyente, de la cultura americana, verdadero crisol donde se fundieron otras muchas, junto a la española.
Sólo enseñaron IGNORANCIA.
Porque ¿qué otra cosa es ignorar en esta parte de América a los pueblos originarios, a los descendientes de portugueses, africanos, franceses, italianos, etc., negando hasta la influencia de la Revolución Francesa?. ¡Ésta sí que es una de las formas de colonización mental!. Quizás la peor. La que desconoce que nuestras repúblicas de habla castellana son producto de esa revolución y del cambio que produjo Napoleón al barrer de Europa los privilegios de la nobleza, restituyendo a los pueblos la igualdad ante la ley y el acceso a la educación. Creemos que esto último es lo que más les molesta.
El concepto Latinoamérica, más amplio. Incluye a todos los descendientes de españoles y no solamente a los de "linaje", ya que España es una nación latina. Basta hojear un diccionario de la Lengua para observar que la mayoría de palabras son de origen latino (que a su vez tienen raíces griegas) junto a las que derivan del árabe (casi toda la A).
Y ya que estamos hojeando, notaremos que España se llamó Hispania cuando fue una provincia del Imperio Romano, en el que - ¡oh casualidad! - hablaban latín. Del mismo modo que Portugal fue parte del reino de Castilla, como condado de Portucale. ¡Qué ironía!.
Sin embargo, para los Hispanistas, España no es latina. Será porque ellos nacieron de gajo (del árbol genealógico), no como nosotros, los humildes latinoamericanos, que nacimos de semilla y por eso creemos que todo presente fue un embrión en el pasado y es, a su vez, simiente del futuro.
* Escritor
27 July, 2005
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